Ojo con la diabetes: las posibles consecuencias de la enfermedad a nivel ocular. Salvemos los ojos de la diabetes.

El edema macular diabético es una de las consecuencias más temidas de la diabetes mellitus.

El edema macular diabético ocupa el triste registro de ser la primera causa de ceguera en personas en edad laboral.

Y esto por dos razones: se asocia con una de las enfermedades crónicas más extendidas en el mundo, la diabetes mellitus, y sus síntomas pueden difuminarse inicialmente, por lo que el problema a menudo se pasa por alto.

Según la Organización Mundial de la Salud, el número de personas con diabetes está aumentando: en 2012, se estimaron casi 350 millones de diabéticos en el mundo.

Y en las previsiones, este número está destinado a aumentar. Lo que sugiere que, tarde o temprano, el edema macular diabético se convertirá en un problema social de importancia mundial.

Azúcar en sangre y retina: una relación peligrosa.

El edema macular diabético se considera la complicación más grave de la retinopatía diabética, una enfermedad que se desarrolla con frecuencia en personas con diabetes mellitus.

Es consecuencia de la acumulación de líquidos dentro de la mácula, que es la parte más central e importante de la retina. Esta acumulación altera la estructura y la funcionalidad de la mácula misma y causa daños visuales sobre todo, en la visión central, que básicamente nos permite conducir el automóvil, leer, ver la televisión, etc.

Sobre las causas todavía hay muchas incertidumbres. Ciertamente, sabemos que en el origen hay una alteración de la permeabilidad capilar: los vasos sanguíneos muy pequeños que riegan el ojo dejan pasar una cantidad de líquidos fuera del vaso causando la formación de edema. Y esto se ha encontrado en muchos diabéticos, especialmente entre aquellos que durante años no han mantenido el azúcar en la sangre bajo control.

Un exceso de glucosa en la sangre durante largos años puede desencadenar una serie de reacciones bioquímicas que conducen directamente a fenómenos de isquemia, acompañados por una producción excesiva de moléculas conocidas como factores de crecimiento.

Entre estas, la más importante (y la más temida) es el factor de crecimiento endotelial vascular (VEGF, de sus siglas en inglés) factor de crecimiento vascular endotelial: actúa sobre la pared interior de células de los vasos sanguíneos, las células endoteliales precisamente, promoviendo su crecimiento y aumentando su permeabilidad.

Mayor permeabilidad, mayor flujo de fluidos desde el interior de los vasos hacia el exterior, formación de edema ocular. Esta es, en pocas palabras, la secuencia que lleva a muchos diabéticos a padecer esta enfermedad.

Curar el edema macular diabético.

Durante muchos años, el tratamiento con láser fue la única opción disponible para el tratamiento del edema macular diabético.

La Panfotocoagulación láser de retina (PRP, del inglés Panretinal Photocoagulation) sirve para eliminar las áreas isquémicas de la retina periférica donde se produce el VEGF.

El láser macular focal o reticular se usa en cambio en la zona más central. Estos procedimientos ayudan a preservar la visión restante, pero no permiten la recuperación de la funcionalidad perdida.

Hoy en día existen nuevas medidas terapéuticos que permiten controlar el edema gracias a la administración intravítrea de fármacos anti-VEGF o al suministro de corticosteroides por vía intravítrea de liberación lenta, repetidas en el tiempo.

Hay medicamentos anti-VEGF indicados: aflibercept y ranibizumab.

Aflibercept es el más novedoso. Es un anti-angiogénico de amplio espectro, en el sentido de que bloquear y captura todas las isoformas de VEGF, y también es capaz de modular el factor de crecimiento placentario (PlGF), que contribuye a los mecanismos patológicos inflamatorios de aumento de la permeabilidad involucrados en la formación de edema macular. El tratamiento con aflibercept comienza con una inyección por mes durante cinco dosis consecutivas, seguida de una inyección cada dos meses.

No se requiere seguimiento entre las inyecciones. Después de los primeros 12 meses de tratamiento, el intervalo entre las administraciones puede extenderse en función de los resultados visuales y anatómicos.