Pérdida de visión y salud mental: La conexión oculta

Las personas que sufren pérdida de visión tienen el doble de probabilidades de padecer depresión que la población en general, y muchos medicamentos psiquiátricos pueden causar problemas de visión con el tiempo. Pero la estrecha conexión entre la psiquiatría y la oftalmología a menudo se pasa por alto durante la atención a los pacientes.

Un taller educativo celebrado en la reunión anual de la Asociación Americana de Psiquiatría en la ciudad de Nueva York ha arrojado luz sobre este importante y cada vez más frecuente tema.

«Lo que estamos diciendo no es nuevo, pero nunca ha sido el centro de atención de la comunidad psiquiátrica», dice el Dr. Michael Ascher, profesor clínico asociado de psiquiatría en la Facultad de Medicina Perelman de Penn, que copresidió la sesión. «Queremos utilizar nuestras observaciones para iniciar el diálogo».

Las personas que tienen una discapacidad visual no siempre son perceptibles para el clínico, ya que sólo un pequeño porcentaje de pacientes con discapacidad utilizan bastones o perros.

La ceguera o la pérdida de visión pueden ser un efecto secundario o primario del tratamiento psiquiátrico. Los antipsicóticos típicos y los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) que se recetan a los pacientes con depresión o trastornos de ansiedad pueden provocar midriasis, una dilatación de la pupila, que hace que la visión se vea afectada; los antidepresivos tricíclicos pueden provocar visión borrosa; algunos fármacos anticonvulsivos se han relacionado con la miopía y el glaucoma. Además, algunos medicamentos antipsicóticos pueden aumentar el riesgo de diabetes del paciente, que, si no se controla, puede provocar la pérdida de visión o la ceguera. El deterioro de la percepción del color también puede verse afectado por los medicamentos antipsicóticos.

«Los pacientes deprimidos son menos propensos a seguir el tratamiento médico o a realizar modificaciones en su estilo de vida para limitar la pérdida visual, como dejar de fumar o reducir el consumo de alcohol, o hacer un esfuerzo por hacer ejercicio», dice Ascher. «Como médicos, tenemos que hacer las preguntas para identificar estos problemas antes de que la salud del paciente se vea más comprometida y se produzca la pérdida total de visión, y la depresión del paciente empeore potencialmente».

Cuando se produce la ceguera, los médicos también deben tratar las dificultades psiquiátricas adicionales que conlleva este diagnóstico.

«La depresión no tratada o los problemas de apoyo familiar pueden obstaculizar el tratamiento de enfermedades más graves», afirma Ascher.

Las primeras sugerencias de Ascher y sus colegas son sencillas: hablar a los pacientes ciegos y con discapacidad visual cuando se acercan y salen de la consulta; saludarles en la puerta y acompañarles extendiendo un brazo y permitiendo que la persona tome su codo; describir la habitación y observar los movimientos del paciente como pistas de su nivel de comodidad; y hablar con el paciente, aunque no le mire a los ojos.

La discapacidad visual o la ceguera también dificultan que los pacientes se desenvuelvan en el complejo sistema de atención sanitaria. La coordinación de los cuidados con otros médicos especialistas, un oftalmólogo o un médico de familia y la farmacia es primordial.

«En lugar de un familiar o un apoyo externo, esto suele recaer en el médico. Por ejemplo, muchos pacientes con poca visión confían en su sentido del tacto para identificar sus medicamentos. Si la farmacia sustituye un genérico, puede haber confusión y consecuencias potencialmente perjudiciales para el paciente», dice Ascher.

Pérdida de visión y salud mental: La conexión oculta.

Imagen: Wisconsin Council of the Blind & Visually Impaired

Traducción: Asociación Mácula Retina

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