Reflexiones de un profesional médico sobre la ficción de las listas de espera.

Si observamos los datos que aparecen reflejados en el Sistema de Información sobre Listas de Espera del Sistema Nacional de Salud (SNS) correspondientes a 30 de junio del 2016, vemos cómo Oftalmología es la segunda especialidad dentro del SNS con más pacientes en espera de asistencia oftalmológica, ascendiendo a 121.828 las personas en situación de espera de asistencia quirúrgica por parte de los servicios oftalmológicos públicos.
Respecto al tiempo medio de espera por comunidades autónomas y especialidad oftalmológica, Canarias acumula el mayor tiempo de espera con 133 días, seguida de Aragón con 91 días, Castilla y León con 84 días, Cantabria con 78 días y Andalucía que, con 45 días, registra los mejores datos.

La patología de cataratas supone la mayor tasa de pacientes en espera quirúrgica dentro del SNS con un total de 95.444 personas que están aguardando para esta cirugía en concreto. De esta cifra, 22.276 personas pertenecen a Cataluña; 9.743 personas, a la comunidad de Andalucía; y 9.197, a la comunidad de Madrid. También aquí Andalucía destaca por un buen dato, similar al de Madrid y mucho mejor que el registrado en Cataluña.
En cuanto al número de pacientes en espera de atención a través de una primera consulta es Madrid quien se sitúa a la cabeza con 34.477 personas, seguida de Aragón con 30.287 personas, Andalucía con 28.195 personas y Galicia con 25.295 personas. En este apartado, sin embargo, estamos entre los peores. Qué extraño. Debe ser mucho más fácil el acceso a una consulta de un oftalmólogo que a un quirófano. ¿O puede que estos datos sean erróneos? Pues creemos que sí. Todos los especialistas del Servicio Andaluz de Salud (SAS) ya nos hemos acostumbrado a que cuando indicamos un tratamiento quirúrgico a uno de nuestros pacientes, no tengamos capacidad de decisión para incluirlo en la lista de espera del proceso indicado. De hecho, en muchos procesos no podemos rellenar, firmar ni pedirle al paciente su conformidad para que sea incluido en lista de espera, en el documento conocido como Registro de Demanda Quirúrgica (RDQ). Lo único que podemos hacer es remitirlo a otra consulta donde lo incluirán en la lista de espera oficial. Lógicamente, el paciente nos pregunta: «¿No me pone usted en lista de espera? ¿Tardarán mucho en darme cita?». Cabizbajos y abochornados, respondemos: «No puedo… no lo sé… varios meses…».

El paciente va con nuestra solicitud a la administrativa que le hemos indicado y que le dice que ya lo llamarán, y, perplejo, vuelve a preguntar: «¿Y tardarán mucho en llamarme?». La administrativa, que no quiere mentir, le dice que varios meses, seis, doce… ¡Quién sabe! El paciente, incrédulo, piensa que es un error. Muchas veces vuelve a preguntarnos: «Doctor, me han dicho que a lo mejor tardan un año en llamarme para la consulta de inclusión en lista de espera».

La última paciente que vi en esta situación era la mujer de un médico jubilado de nuestro hospital. Pensaba que le estábamos gastando una broma y se enfadó. Pero no era broma. Es la realidad cotidiana que vivimos muchos especialistas del SAS cuando se trata de procesos con plazos de respuesta asistencial garantizados.

Comprenderéis que no me crea los datos del Sistema de Información sobre Listas de Espera en el Sistema Nacional de Salud, y si al abrir la puerta de mi consulta me sorprendéis en la postura de «El Pensador», podéis adivinar lo que estoy pensando: «¿Debo seguir colaborando en este simulacro? ¿Qué deberían hacer los pacientes?».

La respuesta no es fácil. No seáis ingenuos.