• El Centro Ofalmológico Barraquer implanta a una mujer ciega un chip que sustituye a la retina dañada. Y funciona.
  • Gracias a un sofisticado sistema tecnológico, y tras semanas de entrenamiento, comienza a distinguir formas y volúmenes.
  • Así se ha convertido Aurora Castillo en la primera persona de España en ver directamente con su cerebro.

Cerró los ojos y vio una ráfaga de luz. Tan sencillo y tan complejo. Así describe Aurora Castillo el momento en el que dejó de ser una persona ciega. Sus 15 años de oscuridad tocaban a su fin: se había convertido en la primera persona con visión artificial en España. Un sensor implantado en su ojo derecho, que sustituye a su maltrecha retina gracias a una sofisticada tecnología, le permite volver a distinguir formas y objetos. Pero no de cualquier modo: ahora es su cerebro el que directamente ve lo que tiene delante. Los médicos que la eligieron para protagonizar este hito en la historia de la Oftalmología vieron en ella algo único que la llevaría al éxito. Y ahora, con todas las de la ley, se puede decir que ella es única.

Todo empezó con una noticia. El Centro Oftalmológico Barraquer anunciaba que estaba en disposición de dotar de visión artificial a pacientes de retinosis pigmentaria, una enfermedad degenerativa sin cura posible que afecta a unas 10.000 personas en nuestro país. Habían importado de Estados Unidos la tecnología que ya o había hecho posible en unos 30 pacientes hacía algo menos de un año. «Es lo que yo estaba esperando. Siempre he soñado que algún día un avance llegaría para mí», apunta Aurora. Y llegó.

Selección previa

Ni corta ni perezosa dejó en su casa de Los Palacios (Sevilla) a sus dos hijos y a Kusia –su perro guía– para acudir con su marido a la citada clínica de Barcelona. Allí se informó de las posibilidades que, en su caso, le ofrecía esta nueva técnica. No fue la única. «Hicimos un proceso de selección porque no todo el mundo es apto. Hay que tener una serie de condiciones físicas –nervio óptico conservado y no ver nada salvo distinguir si es de día o de noche, entre otras– y psicológicas», apunta el doctor Jeromi Nadal, cirujano coordinador del departamento de Vítreo-retina del Centro de Oftalmología Barraquer y responsable de esta operación.

Empieza a sonar a tópico, pero en este caso la actitud del paciente resulta vital: resistencia a la frustración, positivismo, capacidad de lucha y realismo. «Puedes pensar que estoy eufórica por el momento; pero no. Soy así de positiva», afirma Aurora mientras su médico asiente con una sonrisa.

Una vez declarada ‘apta’, el camino hacia la recuperación de parte de la visión ha sido rápido: desde el implante hasta que comenzó a distinguir líneas y formas sencillas ha pasado apenas un mes. La intervención duró tres horas. Un equipo de nueve personas capitaneado por el doctor Nadal implantó en el ojo derecho de Aurora un diminuto dispositivo de procesamiento electrónico (de silicona y metal) que interactúa con el nervio óptico, para enviarle al cerebro la información que permite a éste recrear una imagen.

Impulsos eléctricos

¿Pero de dónde llega esa información? Técnicamente resulta mucho más complejo, pero puede explicarse del siguiente modo: la imagen es captada por una cámara habilitada en las gafas que tiene que llevar puestas Aurora –«no son nada incómodas», dice–, que a su vez están conectadas a un ‘ordenador’ del tamaño de una petaca.

La cámara capta la imagen, el procesador informático traduce la imagen en datos que, de forma inalámbrica, envía al implante intraocular. Éste transmite la información en forma de pulsos eléctricos al nervio óptico que, a su vez, los transmite al cerebro. «¿A que parece de película?», bromea Aurora mientras posa para la foto con su flamante ‘Ferrari’, como llama el doctor Nadal a las milagrosas gafas.

Para este especialista, el salto que se ha dado gracias a esta tecnología es equiparable al invento de la televisión. «Algo muy sorprendente, que, sin embargo, evolucionó muy rápido y fue asumido por todos de forma natural. Lo siguiente que veremos en este campo será la mejora del sistema: procesadores más eficientes y más detalle en la imagen. La visión en color no creo que llegue. Es muy compleja», valora.

Este punto es importante y desde el principio se deja claro a los candidatos. La visión artificial no devolverá a Aurora la vista como antes de comenzar a perderla a los 13 años. Percibirá su entorno traducido en blanco y negro, volúmenes y formas. «¿Es poco? Pregúntaselo a ella», invita el doctor. Sin dudarlo, Aurora afirma tajante que por poco que vea, para un ciego, es un mundo.

Aprender otra forma de ver

Eso sí, el ‘milagro’ no es automático. Tras dos semanas ingresada en la clínica para superar un postoperatorio que no difiere del de cualquier otra intervención, ha pasado por una fase de entrenamiento para aprender a volver a ver. La parte de su cerebro responsable de la visión lleva dormida 15 años y tiene que empezar casi de cero.

Primero se prueba la ‘entrada’ de luz en distinto grado de intensidad, luego la visión de líneas sencillas (como letras), para pasar a volúmenes y, finalmente, al movimiento. «Cada paciente requiere un tiempo diferente», apunta Nadal sin atreverse a dar plazos. «Pero estoy seguro de que a ella le irá bien».

No se equivocaba. Cuando esta entrevista se realizó, Aurora aún sólo había percibido la primera ráfaga de luz y esperaba estrenar su visión artificial. Ahora, tras dos semanas, ve líneas y formas curvas y es capaz de seguirlas con su dedo. Ya ha vuelto a su pueblo donde, después del entrenamiento en Barraquer y una posterior rehabilitación funcional en otro centro, continuará su adaptación al entorno donde iniciará la nueva vida que ansiaba.

Imagen: El doctor Nadal coloca a Aurora las gafas del Argus II, con las que tuvo que realizar un entrenamiento. / Robert Ramos

 

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