Ya las hojas de los árboles cayeron, sólo quedan verdes los pinos, las araucarias, los cipreses, los alerces y todas las coníferas. El frío se instaló en la cordillera patagónica y el aire huele a leña encendida. Los días son cortos, amaneciendo casi a las 9 hs y oscureciendo a las 18.30. Los cerros y la cordillera ya muestran nieve en las cumbres y los días cambian de algo soleados a muy nublados y grises, cosa que nos complica mucho a quienes vemos tan poco.

En ésta época suele haber niebla, mucha a veces, con lo que todos terminan viendo como veo yo normalmente,pero que para mi es entrar a la ceguera aunque sea de día. Hace un par de mañanas, caminaba desde casa hasta la chocolatería con las nenas, era una mañana muy fría y nublada, de esas en las que yo distingo menos que nunca, y por la calle de ripio por donde caminábamos encontramos cientos de gorriones, que según me lo describían ellas, eran amarillos y gorditos, estaban en el piso, caminando también, lo más tranquilos, y con cuidado pasamos entre ellos y estaban tan felices que ni se asustaron.

Parecía como si esa mañana todas las aves se hubieran puesto de acuerdo para dar espectáculos. Los colibríes pasaban velozmente sobre nuestras cabezas con su silbido tan agudo y particular… Avanzamos otra cuadra y escuchamos un gran concierto de distintas aves que volaban en bandadas “inclusivas”, ya que juntos volaban teros, bandurrias y cientos de loritos de montaña que, como se sabe por éstos lados, bajan cuando cae nieve en los cerros que nos rodean, y que hacen mucho canturreo. Justamente esa combinación de aves tan ruidosas nos llamó mucho más la atención, mis nenas las veían, obviamente yo no, sólo las escuchaba y su canto se imponía en la tranquila mañana de otoño bolsonés y al no haber edificios en éste pueblo, las aves vuelan muy bajo y van de acá para allá libremente. Ese gran concierto de teros, loros y bandurrias me despertó de un letargo en el que estaba metida. Es que si bien no veía las aves sí podía escucharlas y disfrutarlas. Yo siempre escribo en positivo, trato de tomar todo así, y transmitir el mensaje que alienta a no aflojar. Pero en el último tiempo, noté que ya no puedo salir a la calle sin mi bastón, que cada vez distingo menos, y entre la alegría de enfrentar el desafío y lograr andar sola en la noche, sólo con mi bastón y llegar a donde necesito ir, el esfuerzo de hacer más y más cosas que antes pensaba que no podría hacer, las obligaciones que impone la vida y actividades de mis niñas teniendo en cuenta que mi marido viaja y no puede ocuparse de ayudarnos, aparece la impotencia, la resignación triste de aceptar la cruda realidad y darme cuenta que la vista es menos, que las luchas son más, que los ojos molestan más de lo que sirven, que ya no puedo andar sin mi bastón verde. No sé si es la época del año, la poca luz de los días otoñales casi invernales, las calles cubiertas de hojas que no me dejan captar ningún contraste, o simplemente la Retinosis me dio otro de sus embates y ahora tengo que volver a adaptarme a que la niebla no es la del momento del año sino la de mis ojos, y que cada vez quita más y más… Noto que la gente es amable conmigo cuando se da cuenta que no veo, que me ofrecen ayuda y yo acepto agradecida, y eso es una caricia al alma. No podía escribir en éste último mes que pasó porque no podía expresar mis sentimientos tan ambiguos, entre el orgullo por los logros y la decepción por la neblina cada vez más densa en mis ojos. Pero como hacemos todos quienes estamos en esto, le ponemos el pecho y salimos a flote, por suerte hay mucho por lo que hacerlo… POR NOSOTROS MISMOS!

Pero es duro que mis hijas me muestren sus dibujos bien remarcados para que los vea, me lo pongan a la luz y aunque les digo que están hermosos ya no distingo nada, sólo un papel, pero no quiero entristecerlas diciéndoles que ya no puedo ver sus “obras de arte” ya que si bien antes casi no las veía, con mucha luz y colores fuertes, más la descripción de ellas, algo distinguía. Y no conozco la letra de mi nena más grande y la de la chiqui que ahora está aprendiendo a escribir ya en su primer grado… Y esas cosas a las que no les hago caso, donde no me suelo detener para no amargarme ni pensar en lo que no puedo y concentrarme en lo que sí, por un pequeño tiempo me invadió. Uno se pierde de mucho, no se puede negar, y donde más duele es cuando se trata de cosas de nuestros hijos. Y a veces esos sentimientos de tristeza e impotencia se meten dentro de uno y nos nublan todo aún más. Pero ya pasó, el concierto de aves juntas llenando de sonido el cielo, buscando nidos, calor, escapando de la nieve, alegrando los sentidos de quienes quedamos en el suelo mirando hacia arriba aunque sea por puro instinto, me hizo reaccionar. Ya no veo esas aves, ni su color ni su forma pero su canto llena el alma y con una mano tomando la manita de Sol y en la otra a Mora, mis dos luces del alma, pudimos disfrutar un concierto inigualable, único, armonioso y liberador. Ponerse en positivo es una forma de vida, pero somos seres humanos, a veces flaqueamos, y supongo que es normal, pero siempre hay algo que nos hace reaccionar, despertar, retomar el sendero por el que cuesta tanto andar a tientas. Hay amigos muy queridos que a través de la distancia se hacen presentes, hay manitas tiernas que nos toman para seguir, hay amor, hay vida, y muchas aves en el cielo que cantan para nosotros, y su canto traspasa hasta la más densa niebla.

 

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