«Sólo sabía que mi invento tenía que ser algo que cumpliera tres normas básicas: que fuera útil, económico y principalmente transportable»

Su sonrisa lo delata. Jorge Guillermo Huchan es una de esas personas a las que aun sin conocer, se perciben sencillas a simple vista. Cuando habla, mueve mucho sus manos y mantiene fija la mirada, haciendo una analogía perfecta de lo que es su carrera: ver, pensar y hacer.

Porque este joven al que una leve discapacidad visual no le impidió conseguir todas sus metas, como recibirse de ingeniero en Informática en la UADE, decidió aplicar sus conocimientos a ayudar a otras personas con problemas visuales. Jorge nació el 27 de agosto de 1986, en Avellaneda. Hijo de una madre docente y un padre odontólogo, él sabía desde chico que su profesión estaría ligada a cómo funcionaba el mundo.

«Mi papá y mi hermana son odontólogos, pero yo, si veo sangre me desmayo, así que siempre supe que me iba a dedicar a otra cosa. Al principio pensé en ser piloto de avión, después periodista deportivo, pero como desde chico rompía los juguetes al día siguiente de que me los regalaran para saber cómo funcionaban, terminé inclinándome por alguna rama de la ingeniería», explica.

A los cinco años, los padres de Jorge lo llevaron a un oculista para resolver por qué su hijo tenía algunos problemas leves de visión, pero el oftalmólogo que los atendió desestimó los síntomas, diciendo que era algo muy leve para preocuparse, aunque la realidad era otra.

«Yo siendo chico, pensaba que debía ser algo común, que así como mi mano derecha era más hábil que la izquierda, en mis ojos podía estar pasando lo mismo. Recién a los 21 me diagnosticaron lo que tenía realmente: ambliopía

La ambliopía es una disminución de la agudeza visual causada no por una falla física, sino por una falta de estimulación visual en el período de desarrollo. Por ese motivo, se conoce esta discapacidad como «el mal del ojo vago». «Es una discapacidad leve, la posee el 2,5% del la población mundial, y sólo la mitad lo sabe. La realidad es que no me afecta en la vida cotidiana, lo único que sucede si me tapo el ojo izquierdo es que veo muy borrosas las letras y tengo que concentrarme más para leerlas», simplifica Jorge.

Lo que no sabía, es que su historia lo llevaría a crear un ingenioso dispositivo para su tesis final de la carrera de Ingeniería Informática.

«Cuando fui por primera vez a la Facultad con mi hermana, tuve la suerte de que me hiciera la visita el director de la carrera de Ingeniería Informática, uno de esos típicos genios de las computadoras de los 80, barba, con anteojos, olor a nicotina. Me explicó que la informática era todo, que era parte del futuro, de mi futuro y ahí me decidí», sintetiza Jorge respecto de la elección de su carrera en la UADE.

«Mi tutor de tesis, Andrés Mutti, me explicó en su materia cómo había sido el avance de las computadoras a través de la historia, y que ese progreso se logra con el apoyo de cada uno de nosotros. Inmediatamente, supe que quería ser parte de esa evolución, y por eso le propuse a Mutti mi proyecto para la tesis final: un dispositivo que ayude a mejorar la calidad de vida de la gente». Jorge nunca imaginó que esa tarde era el comienzo de una gran idea.

«Una noche en la sobremesa con mi papá, le comenté mi idea, y él me sugirió que sería bueno ayudar a la gente con problemas visuales. No sé si lo propuso pensando en mi problema, porque en mi casa lo toman como algo súper normal; yo creo que fue porque una vez vio cómo nadie ayudaba a una chica ciega a cruzar la avenida Corrientes, y eso lo indignó, mi viejo es un tipo muy sensible», supone Jorge mientras recuerda la noche en la que su aparato comenzaba a tomar forma.

Útil, económico y transportable

«Me puse a pensar qué podía hacer. En ese momento sólo sabía que mi invento tenía que ser algo que cumpliera tres normas básicas: que fuera útil, económico y principalmente transportable», recuerda Jorge. «Interiorizándome en los problemas de la gente con visibilidad reducida, me di cuenta de que uno de los principales problemas era la lectura de textos no digitalizados (revistas, libros viejos, y diarios). Entonces tuve la idea de un dispositivo que les permitiera leer los textos físicos con facilidad. Tomé una cámara web de esas que se pueden comprar por unos pocos cientos de pesos y comencé a desarrollar un programa para transformarla en un dispositivo de tecnología de asistencia, que es el nombre por el que se llama a los aparatos creados para la gente con discapacidades». Había nacido el primer invento de su carrera.

«Hablando con mi papá, comencé a tener más ideas para mejorar aquel prototipo. Le puse una estructura alrededor de la cámara para que concentre la luz led en el lugar que uno quiere enfocarse, y le agregué una función de dictado, que permitía usar el micrófono para grabarse a uno mismo leyendo, o bien a una persona que esté ayudando al usuario con el estudio», explica Huchan, mientras muestra el primer prototipo de su dispositivo. «Después, logré que se pudiera grabar todo lo que la cámara veía, para que el usuario pudiese rever el material cuando quisiera, todas cosas muy útiles para una persona que quizás está usando un libro prestado o de una biblioteca.»

Una vez terminado el dispositivo de asistencia, era momento de hacer una prueba. La universidad le facilitó el contacto de uno de sus estudiantes de Derecho, Gabriel, que tenía una discapacidad visual moderada. «Me encontré con Gabriel para hacer una prueba de fuego del dispositivo. Yo no quería que él se sintiera un sujeto de prueba, quería que entendiera que lo que estaba siendo probado era mi invento. Él me dijo que le costaba mucho leer la bibliografía, ya que muchos de los textos eran viejos y no estaban digitalizados, por lo que siempre era una tarea agotadora estudiar. No sólo le dolía la espalda por encorvarse sobre la mesa, sino también la cabeza, por el esfuerzo que hacía con sus ojos. Así que estaba ansioso por probar la cámara y decirme qué pensaba de ella».

Una semana después, Jorge y Gabriel se encontraron en el patio de la universidad. Gabriel llevaba la cámara en su mano y una sonrisa en la cara. «Gracias por esto», simplificó Gabriel y le devolvió la cámara a su creador. «Es increíble cómo algo tan simple como estudiar sentado y sin esforzar la vista puede generar tanto bienestar. Gabriel me explicó que había visto varios inventos parecidos por Internet, pero ninguno tan económico o sencillo de transportar como el mío». Pero no todo era color de rosas. «Me comentó que el sistema de dictado no le había sido de mucha ayuda ya que la voz se escuchaba muy lejana y era difícil de entender, por lo que tuve que reformar la estructura e instalarle el micrófono fuera de la misma». Aquella pequeña modificación era todo lo que se necesitaba para que Gabriel calificara su invento como maravilloso, y no dudara en adoptarlo como instrumento de estudio.

Nuevos dispositivos

«Poco tiempo después, una amiga de Gabriel que vive en Corrientes me contactó para comentarme que a ella también le gustaría ayudar a la gente con disminución visual, y quería contar conmigo para la creación de nuevos dispositivos.» Jorge se entusiasma de sólo pensar en ello. «Es emocionante, hay muchas personas que necesitan ayuda y tengo muchas ganas de seguir creando artículos que les mejoren la calidad de vida. No hay muchos desarrolladores de tecnologías de asistencia y es un campo muy interesante para explorar.»

Pese a la posibilidad de ganar dinero con su invento, Jorge aclara que aun no decide cuál es el camino a seguir, pero que su idea es ayudar a la mayor cantidad de gente posible. «Quizás la forma de hacer que le llegue a más personas, sea produciéndolo en masa, o tal vez subir los planos a Internet y hacer que el programa sea de código abierto (libre y gratuito). Todavía no lo sé, pero sí sé que esto es el primero de muchos inventos. Ojalá pueda conseguir la ayuda económica necesaria para hacer dispositivos que no dependan de una computadora, artículos que realmente puedan ser llevados en el bolsillo y ayuden a la vida de esa gente que muchas veces, como esa chica en la avenida, necesitan ayuda, pero no la tienen.»

Fuente: lanacion.com.ar

 

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