Una proteína del sistema inmune combate la degeneración macular.

Un compuesto del sistema inmunológico, la IL-18, podría convertirse en la diana ideal para diseñar tratamientos contra la degeneración macular asociada a la edad (DMAE). De hecho, un equipo de investigadores irlandeses ha visto que la IL-18 actúa como una especie de «guardián de la vista» al suprimir la formación de vasos sanguíneos dañados detrás de la retina y en la parte posterior del ojo. Los expertos del Trinity College de Dublín, que ya publicaron en «Nature Medicine» un trabajo previo sobre este tema, han visto que, en modelos preclínicos -ratones-, es posible administrar la IL-18 de una manera segura algo que, señalan, «podría representar una mejora significativa en las opciones terapéuticas actuales para estos pacientes».

Si se comprueban estos resultados en ensayos clínicos con pacientes, el tratamiento daría un vuelco. Ahora los tratamientos actuales se aplican en fases avanzadas y con molestas inyecciones intraoculares. Este nuevo tratamiento podría aplicarse como una infusión intravenosa.

«Al principio estábamos preocupados de que la IL-18 pudiera causar daño sobre las células sensibles de la retina, ya que este compuesto suele estar vinculado con la inflamación. Pero, sorprendentemente vimos que, a dosis bajas, la IL-18 no causaba efectos adversos en la retina y, sin embargo sí elimina el crecimiento anómalo de los vasos sanguíneos», señala Sarah Doyle, autora del artículo que se publica en «Science Translational Medicine».

La DMAE es una de las formas más comunes de ceguera entre la población de edad avanzada, explica a ABC Alfredo García Layana, de la Clínica Universidad de Navarra. La enfermedad produce una pérdida de la visión central, lo que hace que las personas que la sufren en fases avanzadas vean alterada su calidad de vida al no poder leer, ver la televisión, conducir o usar ordenadores. Hay dos formas de DMAE: «seca» y «húmeda». En la DMAE húmeda, explica Doyle, los vasos sanguíneos situados detrás de la retina comienzan a crecer de forma anormal, lo que es causa casi inmediata de ceguera central.

Reconocer la enfermedad

Se calcula que la DMAE afecta a 1 de cada 10 personas mayores de 50 años. Y, lo más importante para evitar complicaciones, señala García Layana, es «saber reconocer sus síntomas, porque el tiempo es un factor que corre en contra de la eficacia de los tratamientos. Si no se actúa con celeridad, a los 30 días, los tratamientos no son tan efectivos».

Las opciones de tratamiento para la DMAE húmeda se centran en las etapas finales de la enfermedad. Se basan en el uso de inyecciones regulares de anticuerpos, directamente en el ojo, dirigidas a la molécula VEGF. Las terapias anti-VEGF se inyectan directamente en el ojo una vez al mes o cada dos meses y actúan como esponjas para absorber el exceso de VEGF, lo que impide que crezcan los vasos sanguíneos anormales. Y aunque la visión de la mayoría de los pacientes mejora después de estas inyecciones, es un tratamiento que no tiene fin (algunos pacientes han recibido más de 100 inyecciones en un solo ojo).

Imagen: Macrófago fagocitando bacterias

 

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